
Kutcher fue uno de los primeros en apostar por Skype y también en la web de alquileres AirBnB, pero también en empresas mucho más pequeñas y desconocidas como Zaarly, una web de compra y venta de cosas de segunda mano. Tal es su influencia en el mundo tecnológico que suele ser uno de los invitados estrella en conferencias y encuentros, donde no suele ejercer de guapo tontorrón como en muchas de las películas que ha protagonizado, sino que hace discursos serios y atrevidos donde dice cosas como esta: "La tecnología que realmente funciona es la que consigue imitar la realidad, ¿no? Se toman datos, se analiza la historia, se organiza, se procesa y nos la devuelven de forma más eficiente y a mucha más velocidad". Esta afirmación la hizo recientemente en la conferencia TechCrunch Disrupt, que reúne anualmente a lo más selecto de Silicon Valley.
Su presencia en el mundo virtual también es poderosa: él fue una de las primeras estrellas en subirse al carro de Twitter y el primero que alcanzó el millón de seguidores. Pero claro, no es oro todo lo que reluce y, precisamente porque es una celebridad con mucha influencia mediática, Kutcher no ha sido siempre capaz de mantener separados sus intereses personales. Recientemente su nombre fue objeto de una breve polémica causada por las empresas de las que decidió hablar en un número especial de la revista Details, de la que fue el director invitado. En dicha revista, Kutcher escogía una serie de empresas de tecnología que acababan de arrancar y en las que, según se descubrió más tarde, el propio actor había invertido varios millones de dólares. El conflicto de intereses era claro y aquello podría haber llegado a los tribunales, pero finalmente no ha tenido consecuencias.
EL PAÍS
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